Giovanni y su Teoría de la noche

No se puede comprender a la narrativa hondureña actual sin el nombre de Geovanni Rodríguez, ya con una trayectoria sólida que alcanzó su cénit, probablemente, con Los días y los muertos, libro galardonado con el premio centroamericano y del caribe de novela Roberto Castillo 2015. No voy a hablar de la novela porque ya ha sido ampliamente reseñada de forma excelente, recomiendo fuertemente las reseñas de Javier Suazo, Mario Gallardo, Raúl Arechavala y Fabricio Estrada, que analizan de forma extraordinaria los principales elementos de dicha novela.

      Teoría de la noche alberga dieciséis cuentos relativamente cortos -a excepción del último- y que, digamos, mantienen un tono similar al de Los días y los muertos con las variantes evidentes que provoca la distinción entre géneros literarios. Una de las cosas que más me agrada de Rodríguez es esa capacidad que tiene para diagramar y delinear personajes del extracto popular con una hondura psicológica inusitada. Le da una dimensión humana y tridimensional tanto a la prostituta, como al dueño de un colegio privado como a una ama de casa.  Rodríguez escribe desde ese pavimento humeante de San Pedro Sula, desde el bulevar del norte, el Guamilito, el monumento a la madre y circunvalación o desde las carnitas “El Sicario”. Las historias discurren con fluidez mientras el autor nos va dando una mirada de la pestilente decadencia de nuestros días. Sus personajes exudan ese tedio existencial abrumador y a veces indescifrable que produce la cotidianidad en una de las ciudades más violentas del planeta. La soledad, la melancolía, la ira y la exasperante necesidad de redención inundan a sus personajes que en medio de balaceras y masacres van normalizando el trepidante paso de la muerte. Giovanni se sumerge sin tapujos en las vísceras más inescrupulosas del bajo mundo catracho mientras conserva ese tono reflexivo y existencial de su escritura y que toma matices magistrales especialmente en Teoría de la noche, sin duda el cuento principal y bastión de este racimo de violentas historias. Cabe resaltar el hecho de que este cuento aparece —con algunos cambios como fragmento esencial y superlativo- en Los días y los muertos.

  

      Rodríguez apela a recursos estilísticos que domina muy bien como ser la metaficción, relato testimonial, la intertextualidad y la digresión reflexiva, elementos que le sirven para moldear el arco dramático de sus cuentos a su antojo y provocar en el lector el efecto deseado. Se aleja el patepluma, de esa ingenuidad bucólica y paisajista que marcaron a algunos autores hondureños de otras generaciones y nos mete de lleno a esa urbanidad tercermundista de cafés, bares y noches calurosamente asfixiantes y anegadas en alcohol, sexo y violencia que caracterizan a la San Pedro Sula de nuestros días.

      En Los últimos días del Sugar daddy —un cuentazo a mi gusto— Rodríguez recurre a esa ambigüedad del relato en donde el narrador en primera persona está contando la historia del señor L. , pero a la vez, cuenta la suya con Nelly, la hija del Sugar daddy. En el principio de este cuento, se plantean reflexiones que ejemplifican ese corte existencial que es transversal en la escritura de Rodríguez:

“¿Es posible tomarse la muerte con humor? ¿A la muerte que llega por cualquier lado y en cualquier momento? ¿Es posible tener consciencia de que la muerte aquí es algo inmediato, incluso si no la buscamos, y a pesar de eso, reírnos de ella, con ella, con indiferencia o actitud retadora?

      Creo que esas ideas son es eje importante para describir algo de la esencia del libro: en Honduras se convive con la muerte con una normalidad espeluznante y con un dejo de sorna incoherente. Quizás parte del buen humor catracho se explique por esa contradicción que implica saber reírse de la vida y la muerte al mismo tiempo. Por otro lado, la redención es otro tema recurrente en estos cuentos, a veces de forma muy sutil y oculta y otras explícitamente como en Teoría de la noche:

Puede haber redención con el arrepentimiento, pero hay también en la confirmación de la culpa, en ese extraño placer que se obtiene al asestar, ya sin necesidad, el último golpe a la cabeza del enemigo. Era lo que me decía entonces. Y ese día la redención estaba en la carne, en la impureza de la carne, piel afuera, aquí en la tierra, donde la vida era cierta.”

Otro fragmento hermosode teoría de la noche es cuando el narrador ve a Ileana en las gradas con otro:

Pensé en evitar el encuentro, pero ya era tarde. Antes de que pudieran verme fui testigo de la conexión que existía entre ambos […] En el breve espacio de unos cinco segundos los vi abrazarse distraídamente, reírse, plantarse ante el mundo, ante la vida como una sola entidad, como un solo ser acostumbrado a las mismas circunstancias, como pareja”.

      Hay otros cuentos que también no tienen desperdicio y que fueron mis favoritos, como Brotan huesos de la tierra, Una noche más, From the beginning, Ana Julia espera, y por supuesto, los ya mencionados Los últimos días del Sugar daddy y Teoría de la noche. En definitiva, 16 cuentos que trascienden lo violento y que nos meten a esas fibras hirvientes de la noche sampedrana mientras nos dejan una rolliza estela de cierta melancolía existencial al ser testigos de este desfile de personajes heridos de muerte (y de vida) por la sórdida cotidianidad hondureña. No sé todavía si me suscribo o no a Giovanni y su teoría de la noche; lo que sí sé, es que lo seguiré leyendo profusamente, quizás, en una de esas reflexiones que espetan sus personajes, le encuentre algo de (sin)sentido a seguir respirando por estos lares.

Erick Tejada Carbajal

24 de mayo del 2021

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